12 de julio de 2009

Una fiesta sufí para un sheij español

En la ciudad egipcia de Alejandría se levanta la mezquita de Abu Abbas el Mursy, una de las más visitadas, sobre todo por aquellos españoles que buscan seguir las huellas de los andalusíes que viajaron por Oriente Medio. El Mursy, el Murciano, se transformó en un respetado maestro sufí. Hoy se celebra su cumpleaños con ferias, música y danzas esotéricas que llevan a estos musulmanes a un estado de misticismo con Dios.

Mohamed aparecía entre la multitud: Hey, ya gam3a! eyya khidma? *Gente, ¿necesitáis ayuda? Decidimos caminar con él entre las jaimas, rodeados de la multitud y niños corriendo. Caminar era tarea difícil, si bien, no había prisa, queríamos impregnarnos de cada momento, de cada sonrisa, de cada detalle, del sudor de las cientos de personas que habían llegado de diferentes partes de Egipto para celebrar el Aid del Mursy, el cumpleaños del maestro sufí Abu Abbas El Mursy, El Murciano.

¿Cómo es una feria sufí?

Jueves 9 de julio, diez y media de la noche, en la gran mezquita-mausoleo de Abu Abbas el Mursy casi no se puede entrar. Hay tenderetes por todas partes: gorros hechos a mano con frases coránicas, y Mohamed es el profeta de Allah; arpas de madera muy rústicas con las que difícilmente puedes hacer música; juguetes, chucherías, zumos y un sinfín de colores luces y norias. Niños y mayores, mujeres con sus bebés en brazos. Es una escena típica popular para unos puede resultar haram (algo prohibido por el Islam), pero se puede ver perfectamente como una manifestación de religiosidad popular, una religiosidad que llegó a Alejandría desde España.

El Mursy nació en Murcia, el cómo terminó en Alejandría puede ser el resultado de un conjunto de avatares. Cuando conoció a su maestro El Chazili decidió recorrer Egipto con él y, al tiempo de su muerte, El Mursy se convirtió en su sucesor, por entonces ya era para muchos un gran maestro sufí.

Cuando, en el año 706 de la Hégira, el Mursy murió, uno de sus muchos seguidores un rico comerciante alejandrino- costeó la construcción de su mausoleo. Entre los años 1929 y 1941, este mausoleo fue restaurado quedando como resultado la mezquita de Abu Abbas el Mursy que hoy en día podemos visitar.

Hace una semana se abrieron estas jaimas a la gente pobre que vive en la calle. Aquí tienen un lugar donde dormir y comer gratis durante la celebración del Aid de Abu Abbas el Mursy. Mohamed continúa explicándonos todo aquellos que va sucediendo a nuestro alrededor. ¿Y todas estas personas son de la misma tariqa?, le pregunto. La tariqa es como se denomina a las diversas órdenes sufís, es la vía espiritual. Mohamed me mira y me dice: Pero Itxa, ¡todo esto es haram! No sé qué decirte. Está claro que él no es sufí y que es uno de los muchos musulmanes que consideran que el misticismo sufí es una manera sacrílega de adorar a Dios (Allah).

Yo me sigo preguntando si todos ellos son sufís de la misma orden. No parece que haya mucha homogeneidad. Como he dicho, la mayoría son gente del pueblo, pobre y simple. También puede ser que estén allí solo por estar bajo techo y alimentados. Veo rasgos del sur de Egipto otros son menos morenos, tienen las caras más alargadas. Aparece a nuestro lado un hombre vestido con su galabiya (túnica) verde aceituna, con un turbante bastante más grande de lo normal y un palo que le sirve de bastón y que termina en dos ramificaciones, como si con él buscara agua. Soy del Magreb, he venido aquí desde el Mar Rojo, dice. Y, sin más, hace una señal a dos chavales que le siguen y desaparece en la marea de personas.

Una de las teorías del nombre sufí dice que proviene de suf (lana) porque de este material eran las túnicas con las que, simplemente, se cubrían los primeros sufís. Era la expresión de la humildad. La abstención de las vestimentas ricas y opulentas. Raramente un sufí te dirá que es sufí, puesto, como dice René Guénon uno de los más célebres estudiosos de las religiones- el sufí solo puede llamarse aspirante a sufí.

No es la primera vez que vengo a esta mezquita. El pasado fin de semana me pasé por aquí a la hora de la oración del Magreb (el rezo que se hace a la caída del sol). Junto con otras personas, entramos a visitar las reliquias del Mursy y su tumba. Una mujer y su hija nos iban explicando y dándonos prisa para meternos en la parte de las mujeres porque iba a dar comienzo la oración. El sheij de la mezquita, un señor pequeño y bastante agradable, nos dijo que nos quedáramos por allí, que no habría problema. Por respeto no decidimos quedarnos.

Tras este corto elipsis, volví a la ruidosa realidad. Toda una algarabía. La música proveniente de las diferentes jaimas se confundía y se entremezclaba. Los gritos de los niños hacían vibrar nuestros tímpanos casi tan violentamente como los cánticos de los sufís en el viaje espiritual que estaban alcanzando con sus danzas girando sus cuerpos, dejando los brazos como muertos colgando, siguiendo el ritmo de un esoterismo musical.

Cada vez hacía más calor. Unos 33 grados y con muchísima humedad. La camiseta de manga larga se me pegaba al cuerpo. Era incómodo caminar. Cada año hay más gente. Nos dice Mohamed y cada vez menos turistas. Porque yo, la verdad, no vi a ninguno.

El sufismo del Murciano no fue el único que nació de España. Otro andalusí también murciano, Ibn Arabi, es uno de los más destacados de la historia.

Filosofía, neoplatonismo, amor, luz, misterio, ascetismo, los 7 círculos para llegar a Dios Todo esto y mucho más es Sufismo, algo difícil de entender en estos días.

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