Ante el aumento de precios que se está produciendo en Egipto, y otros países como Haití, Mauritania, Brasil o Pakistán (la mayoría de ellos países en vía de desarrollo) muchas han sido las voces que se han levantado entonando una vez más el tan complicado tema de los biocombustibles.
Desde Naciones Unidas, Jean Ziegler, ha manifestado que el uso de biocombustibles se ha convertido en un "crimen contra la humanidad", en vista de los problemas que tiene actualmente el mundo con el precio de los alimentos.
Para el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, los biocombustibles a partir de alimentos plantean "un verdadero problema moral", en momentos en que los países pobres se enfrentan a una grave crisis alimentaria.
Desde que comenzó a extenderse su uso, los biocombustibles han despertado varias polémicas. Una, relativa al impacto medioambiental al necesitar grandes superficies para el cultivo de, por ejemplo, maíz, azúcar, remolacha y otros cereales, destinados a transformarse en biocarburantes. A esta, aquí resumidísima, crítica le llegaron otras como la que ahora nos atañe, las consecuencias en el sector alimentario que se ve en peligro de escasez al aparecer un ‘competidor’ que ocupa los campos agrícolas con productos no destinados a la alimentación.
La que se hace llamar la voz de los pobres, Lula da Silva, presidente de Brasil, -país que se ha configurado como principal exportador mundial de caña de azúcar para bioetanol- dijo en la inauguración de la 30º Conferencia Regional de la FAO (Organización de las NN.UU. para la Agricultura): "El verdadero crimen contra la Humanidad será descartar a priori a los biocombustibles, y relegar a los países estrangulados por la falta de alimentos y energía a la dependencia y la inseguridad”. El interés de Da Silva por el desarrollo del biodiesel en países en desarrollo se pone de manifiesto en el acuerdo tomado entre Brasil y Holanda a través del cual quieren promover las plantaciones destinadas a biocarburantes en estos países. Eso sí, la ministra holandesa de Comercio, Maria van der Hoeven, resalta sobre dicho acuerdo que el etanol debe ser producido en forma sostenible, lo que significa sin desplazar los cultivos de alimentos ni conducir a la deforestación.
¿Cómo hacer, pues, frente a la falta de alimentos al mismo tiempo que se apuesta por alternativas a los combustibles tradicionales? Para da Silva la solución más práctica es aumentar la producción de cultivos. Para el presidente de otro país con crisis alimentaria como es el presidente egipcio Hosni Mubarak, -como ya dije en el post anterior- la solución está en aumentar las ayudas estatales para combatir la pobreza. Pero no nos olvidemos de un tema muy ligado a este problema. La (sobre)explotación de tierras en países en desarrollo para conseguir la materia prima, barata y abundante nos hace pensar en términos de injusticia por parte de los Grandes Industrializados. Y es que, como bien dice el gerente del FMI, “No sólo es una cuestión humanitaria y económica, sino también un tema que atañe a la democracia."
El Programa Mundial de Alimentos ha calculado que sus déficits actuales para hacer frente al hambre está entre 600 y 700 millones de dólares tras la subida de un 20% en el precio de los alimentos en las últimas tres semanas, la llegada del barril de petróleo hasta los 110 dólares y la consecuente carestía en los costos del transporte.
En este enlace, el periódico Financial Times explica porqué está creciendo el precio de los alimentos: Why are food prices rising?
Desde Naciones Unidas, Jean Ziegler, ha manifestado que el uso de biocombustibles se ha convertido en un "crimen contra la humanidad", en vista de los problemas que tiene actualmente el mundo con el precio de los alimentos.
Para el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, los biocombustibles a partir de alimentos plantean "un verdadero problema moral", en momentos en que los países pobres se enfrentan a una grave crisis alimentaria.
Desde que comenzó a extenderse su uso, los biocombustibles han despertado varias polémicas. Una, relativa al impacto medioambiental al necesitar grandes superficies para el cultivo de, por ejemplo, maíz, azúcar, remolacha y otros cereales, destinados a transformarse en biocarburantes. A esta, aquí resumidísima, crítica le llegaron otras como la que ahora nos atañe, las consecuencias en el sector alimentario que se ve en peligro de escasez al aparecer un ‘competidor’ que ocupa los campos agrícolas con productos no destinados a la alimentación.
La que se hace llamar la voz de los pobres, Lula da Silva, presidente de Brasil, -país que se ha configurado como principal exportador mundial de caña de azúcar para bioetanol- dijo en la inauguración de la 30º Conferencia Regional de la FAO (Organización de las NN.UU. para la Agricultura): "El verdadero crimen contra la Humanidad será descartar a priori a los biocombustibles, y relegar a los países estrangulados por la falta de alimentos y energía a la dependencia y la inseguridad”. El interés de Da Silva por el desarrollo del biodiesel en países en desarrollo se pone de manifiesto en el acuerdo tomado entre Brasil y Holanda a través del cual quieren promover las plantaciones destinadas a biocarburantes en estos países. Eso sí, la ministra holandesa de Comercio, Maria van der Hoeven, resalta sobre dicho acuerdo que el etanol debe ser producido en forma sostenible, lo que significa sin desplazar los cultivos de alimentos ni conducir a la deforestación.
¿Cómo hacer, pues, frente a la falta de alimentos al mismo tiempo que se apuesta por alternativas a los combustibles tradicionales? Para da Silva la solución más práctica es aumentar la producción de cultivos. Para el presidente de otro país con crisis alimentaria como es el presidente egipcio Hosni Mubarak, -como ya dije en el post anterior- la solución está en aumentar las ayudas estatales para combatir la pobreza. Pero no nos olvidemos de un tema muy ligado a este problema. La (sobre)explotación de tierras en países en desarrollo para conseguir la materia prima, barata y abundante nos hace pensar en términos de injusticia por parte de los Grandes Industrializados. Y es que, como bien dice el gerente del FMI, “No sólo es una cuestión humanitaria y económica, sino también un tema que atañe a la democracia."
El Programa Mundial de Alimentos ha calculado que sus déficits actuales para hacer frente al hambre está entre 600 y 700 millones de dólares tras la subida de un 20% en el precio de los alimentos en las últimas tres semanas, la llegada del barril de petróleo hasta los 110 dólares y la consecuente carestía en los costos del transporte.
En este enlace, el periódico Financial Times explica porqué está creciendo el precio de los alimentos: Why are food prices rising?
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