2 de agosto de 2010

El secreto de Muhammad, la experiencia chamánica del profeta del Islam

Preludio

Escribo después de mucho tiempo sin perder la cabeza por este blog. He estado en uno de esos momentos en los que te decides a no perder ni un minuto y, claro, después de haberme cargado a mi amigo inseparable: un Hp Pavilion que tenía desde hace solo 3 añicos. En fin. Sin más demora, mi primera entrada de blog va a ser una lectura ambigua para algunos y desconcertante para otros. Se trata del comentario de un libro que leí hace tiempo - y que recomiendo, ahora que estamos en vacaciones- con motivo del curso de Experta en Islam. El libro en cuestión es El secreto de Muhammad, la experiencia chamánica del Profeta del Islam de Abdelmumin Aya.

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La tradición teológica de Muhammad como rasul Allah, el Profeta de Allah, ¿podría verse de forma más original?  En este libro del señor Aya que, sin duda tantas críticas ha recibido, no se descarta la tradición teológica central de la figura del Profeta, sino que se profundiza más en ella. Muhammad fue un chamán, aunque en cierto modo diferente al resto de chamanes. Si bien muchas veces se basa en hipótesis, algunas veces está ricamente apoyado en hechos (hadices, en este caso) y otros testigos oculares.

El secreto de Muhammad es que no tenía secretos, subraya al final del libro Aya. Bueno, ciertamente todo el mundo tiene secretos, pero Muhammad no pareció tener ninguno a la hora de contar todo aquello que había visto en sus visiones. El que no tomara alucinógenos, práctica extendida entre los chamanes, quita cierta posibilidad de que sus visiones fueran fruto de estas drogas.

Varios elementos chamánicos son citados en este libro: La destrucción del mundo, Los muertos salen de las tumbas, El paso por el puente del horror, El centro del Mundo, Ascenso desde la montaña, Una cabalgadura alada, Un guía en lo desconocido, El agua de la vida, Una descripción de las regiones beatíficas, . El Árbol del Centro, El alma como pájaro, Las esposas celestes, El descenso a los infiernos… etc.

¿Estuvo Muhammad influido por otras fuentes y tradiciones? ¿Qué hay de original en estas características?

Ciertamente las tradiciones son difíciles de borrar y seguramente llegaron a influenciar al Profeta en estas experiencias extrasensoriales. Practicar la ecología de la mente, aunque se alcance un punto de meditación trascendental máximo, es complicado.

Los primeros puntos a tratar son el mensajero alado, la violencia de éste y la apertura del pecho del Profeta/chamán para ver su propio interior. Durante esta visión, Muhammad fue de su propia operación, en la que hurgando en sus entrañas, le extrajeron de su corazón un coágulo negro y luego le volvieron a cerrar la herida.

El mensajero alado, los ángeles, son claramente un paralelismo con las versiones chamánicas donde el Águila es el representante del ser supremo, al igual que los ángeles lo son de Dios. Nada de esto puede ser comprobado a ciencia cierta. Al igual que ninguna sîra (biografía del Profeta) se puede tomar como única y verdadera.

La cuestión es que, al igual que antes he señalado que Muhammad no tomaba drogas, al contrario que los chamanes, existen otras diferencias. Los chamanes buscan como fin el conocimiento interior, la iluminación. Algo que puede ser también uno de los fines del Profeta, que también tenía visiones de luz interior, pero que al final se extrapola más allá del autoconocimiento de él mismo. Es el conocimiento de Dios y el re-conocimiento, así como la divulgación de dicha visión, puesta al alcance de todos.

El calor que sentía durante estos trances, y los posteriores dolores de cabeza, son características ya universales de aquellos que han entrado en contacto con ‘mundos paralelos’ o experiencias místicas. El modo propicio para ello también ha sido siempre a través del aislamiento; el momento, de noche. Muhammad iba a una cueva y normalmente recibía también visiones cuando dormía, de ahí que tengamos a una de sus esposas como testigo.

Lo que resulta curioso es, además, la violencia de estas apariciones. Los ángeles del Islam, dice Aya en este libro, guerrean y matan. Y un poco antes: los ángeles (…) si no pudieran ser violentos (…) no podrían proteger

¿Por qué Muhammad expuso abiertamente esta violencia declarada? ¿No hubiera sido mejor mostrar a unos ángeles bondadosos y fuertes? ¿Quería demostrar así la fortaleza o la violencia de Dios? Una violencia que destruye, pero ¿por qué destruir y volver a crear?

En el hinduismo encontramos la misma idea. Shiva, uno de los dioses hindú de la triada Shiva- Brahmá-Vishmú, es el dios de la destrucción. Aunque en el Islam la trinidad se ha llegado a considerar politeísmo, en el cristianismo católico es la base (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Pero para todas estas religiones monoteístas, Dios es el dios tanto de la destrucción como de la creación. Hay que precisar que en el Islam, Dios es Unidad y que la idea de destrucción es necesaria.

Y, aquí, hay que hacer un inciso temporal. Cuando se menciona la destrucción, se habla del Fin del Mundo que ya ha sido experimentado por Muhammad, por lo tanto, no tiene en sí esencia de futuro.

El ángel Yibril abrazó a Muhammad en su primer encuentro, acabando así con su existencia vital en esos momentos en la Tierra. Tres abrazos, como dice Aya, y de nuevo se nos presenta otra semejanza: Jesús también estuvo muerto tres días. Y luego fue resucitado. Muhammad también lo fue: el qiyâma de Muhammad fue más bien diferente porque, primero, no le mataron seres humanos y, segundo, había un claro objetivo: devolverle al mundo como un ser dotado de más extrasensibilidad, con un don que le ayudaría a ‘vivir’ las visiones de Dios para poder luego comunicarlas a la humanidad. Era un comunicador, algo que no se precisa tanto entre los chamanes; Muhammad veía, sentía y comunicaba.

Y comunicó también que en esta experiencia de la muerte, que le devolvería a la vida (destrucción-creación), vio a los muertos salir de sus tumbas. De hecho, el resto de su vida, Muhammad dijo tener la capacidad de oír a los muertos, una característica que se les apropia a los llamados ‘medium’, o personas que dicen poder ser el medio de contacto con el más allá, los muertos.

Medio, comunicador, Muhammad parecía cumplir con todo aquello que transfiere hoy en día a la teoría de la información. Y, cierto es que, como dice la Teoría de la Información: se parte de la idea de que los canales no son ideales. Es el concepto de entropía, de incertidumbre en el mensaje, por lo que presupone que solo llegará parte del mismo. En el caso de Muhammad, ¿podemos decir que el mensaje llegó sin incertidumbres?

El mensaje de Dios sigue siendo transferido y Muhammad advierte, además, que tras la muerte espera un puente que servirá de balanza para sopesar todo aquello que hayamos hecho en nuestra vida. Así, si los actos buenos pesan más que los malos, nos esperará el Paraíso. Si no… nos esperará el Infierno. Todo esto, dentro del marco de la vida eterna.

Son tantas las similitudes con otras religiones o experiencias chamánicas, que la idea de ofrecer un punto de vista novedoso sobre este profeta, despierta por lo menos la curiosidad de seguir leyendo y estudiándolo.

El viaje nocturno de Muhammad, o isrâ, es la Ascensión a los cielos acompañado por el ángel Yibril y la llegada al séptimo cielo. Viaje horizontal y viaje vertical o viaje por los cielos y viaje celestial.

Ahora bien, no era la primera vez que un profeta viajaba a mundos celestiales y hablaba de la división divina en siete cielos o realidades. Ezequiel se transportó también a Jerusalén, la Ciudad Santa. Isaías también ascendió, al igual que Enoc que en el Libro –apócrifo- con el mismo nombre se recoge su visión apocalíptica del fin del mundo.

Hablar sobre las siete escalas llevaría mucho tiempo. Sin embargo, quisiera mencionar aquí a otra mística, Santa Teresa de Jesús, quien escribió sobre las moradas internas del mismo modo que Muhammad describió el reino de los cielos. Es tan parecido que muchos han sido los estudiosos que han buscado y rebuscado la fuente que inspiró a esta Santa, algunos de ellos, como la Doctora Luce López-Baralt, ha llegado a la conclusión de que la inspiración es musulmana, más concretamente, sufí. Artículo en webislam: http://www.webislam.com/?idn=13700

El viaje de Muhammad desde la Mezquita de Mecca a la Mezquita más Remota al-Másŷid al-Aqsà del Templo de Salomón en Jerusalén, ¿podría haber sido un viaje astral? Muchos son los que afirman que no fue un simple desdoblamiento, un viaje astral tal y como lo entendemos hoy en día, sino que fue un viaje en cuerpo y alma. Cuando el Profeta relató el viaje a sus compañeros, muchas de los idólatras se rieron de él y le desafiaron a describir la Mezquita de Jerusalén. Pero Muhammad no pudo contestar a este desafío porque, simplemente, en el viaje no se había fijado en ella. Así pues, metiéndose de nuevo en la Kaaba Dios le ofreció una nueva visión, esta vez, sobre la mezquita para que así pudiera describirla y librarse de sus mofadores.

Aquí, quizás, se pone de entre dicho la creencia del Profeta de que no existen los milagros. ¿Qué diferencia hay pues entre un milagro y una visión tan pronta como ésta? “Cuando los qurashíes me desmintieron, fui al interior del recinto de la Kaaba, y ahí Allah me hizo ver de nuevo el Templo de Jerusalén. Salí y se lo describí tal como había aparecido bajo mi mirada”. Parece que Muhammad entró expresamente a pedir esta visión a Dios. Si bien las visiones vienen de manera espontánea, según requiere Dios.

Una de las definiciones de milagro es cualquier hecho inexplicable que por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino (RAE). Esta visión de Muhammad la dejamos pues en el orden de las visiones y no de los milagros.

Dicen que Muhammad no hacía caso a los milagros, aunque él mismo sucumbió a la realización de alguno. Uno, de nuevo, debido a la incredulidad de los idólatras: los incrédulos de la Meca le pidieron al Profeta que les mostrase un milagro, este les mostró el resquebrajamiento de la Luna en dos partes. (Sahih Al-Bujari, nº3637, y Sahih Muslim, nº22802). Otro milagro fue el brotar del agua de las manos de Muhammad cuyo sus compañeros quedaron sedientos y no les quedaba más que un poco de agua en una vasija. Los compañeros se le acercaron y le dijeron que no tenían agua para hacer las abluciones, ni para beber excepto la que tenían en el recipiente. Entonces Muhammad colocó su mano en la vasija y el agua empezó a brotar de entre sus dedos para que bebieran e hicieran sus abluciones. El número de personas era mil quinientas. (Sahih Al-Bujari, nº3576, y Sahih Muslim, nº1856)

Los chamanes no son capaces de realizar este tipo de milagros. Sus acciones se decantan por curar a los enfermos y otras acciones que son consideradas del plano ‘oscurantista’: si no hay misterio no hay curación, afirman muchos.

El papel del chamán es vital, si no hay chamán no hay curación. En el orden de los profetas es lo mismo: si no hay profetas no hay salvación de la vida eterna. Destaquemos la frase de Jung: una de las principales funciones de la religión es proteger a la gente de una experiencia directa con Dios. Mientras tanto, los que no son chamanes o profetas, se contentan con llevar símbolos que les acerquen a Dios. Nunca olvidaré la cantidad de contenedores con agua del Zamzam que vi pasar por la cinta de equipajes en el aeropuerto del Cairo. ¿Acaso no es semejante exageración pura superstición?

Y, llegados a este punto, apuntar que es el mayor punto de ataque contra las visiones de Muhammad: los prejuicios cognitivos, las distorsiones que caracterizan a los enfermos mentales, son la base que muchos científicos utilizan para colocar a los profetas en el orden de la irracionalidad, la magia o lo paranormal.

El Profesor de Psicología Bruce Hood de la Universidad de Bristol, a través de varios experimentos, afirmó que los seres humanos son seres supersticiosos, debido a que los humanos operamos intuitivamente. Instar a las personas a abandonar su sistema de creencias, no tiene éxito, porque ese componente irracional opera a un nivel tan fundamental, que ninguna cantidad de evidencias racionales puede erradicarlo, de igual modo que no podemos erradicar un instinto.

Continuemos, pues, con la religión...

El lugar desde donde partió Muhammad a ese viaje nocturno es, en la versión oficial, la mezquita de Mecca. Sin embargo, otras fuentes hablan de un ascenso desde una montaña. Y, cuando hayáis alcanzado la cima de la montaña es cuando comenzaréis a ascender, decía Khali Gibran en La Muerte. La montaña ha sido, anteriormente, punto de partida: El Monte Sinaí lo fue para Moisés, el Tabor para Jesucristo…

Con respecto a la cabalgadura alada, quizás sea digno de estudiar en la criptozoología. Aunque Muhammad pudo haber leído o escuchado sobre la mitología zoológica ya recogida en el Tanaj judío.

Y es bastante curioso también, ver cómo en cualquier viaje / ascensión, o iniciación chamánica, hay un guía. Si bien, no es Dios mismo quien baja de los cielos, tiene a sus enviados ‘alados’. A Muhammad lo guía el ángel Yibril.

De este viaje muchos han sido los inspirados como afirmó Miguel Asín. Por ejemplo, Dante Alighieri y su Divina Comedia. Virgilio guía al mismo Dante a través de los tres reinos: Infierno, Purgatorio y Cielo. Aunque Dante aquí da un puntapié a su inspiración, colocando al Profeta en el Infierno, muy cerca de Judas.

Otro elemento también típico chamánico de limpieza y fuente de vida es el agua. El agua es para el Profeta algo primordial. Sin agua no hay vida, pero sin vida tampoco hay agua porque el agua es La Vida. Gracias al agua, Muhammad resucita, apaga al Yahanamm (el fuego del Infierno). En un artículo de Humberto Jiménez, se cita que la palabra agua aparece en el Antiguo Testamento unas 582 veces, además de sus otros términos, tales como: mar, pozo, fuente, río… etc:

En el Apocalipsis el ángel vuelve a retomar las imágenes del paraíso para hablarnos de la vida en el más allá y le muestra al vidente un río de agua viva, luciente como el cristal, que sale del trono de Dios y del cordero. En la mitad de la calle de la ciudad, a cada lado del río, crece un árbol de vida... Quien tenga sed, que se acerque; el que quiera, coja gratuitamente agua viva (Ap 22,2a.17b). Toda la felicidad y la alegría que se puede experimentar en la paraíso está expresada bajo el simbolismo del agua que se toma. En otro texto referente al mismo tema dice el salmista: Les das a beber el torrente de tus delicias (Sal 36,9b).

La tradición del agua como vida se remonta ya a la tradición védica, anterior al hinduismo: el agua es el inicio, la fuente de todas las cosas.

Este rasgo del agua (o la idea del alma-pájaro) queda más claro y sujeto a construcciones metafóricas chamánicas, no así la descripción del Paraíso. En su libro, el Señor Aya afirma que la incapacidad de describir el Paraíso es su mejor descripción. Esta afirmación atraería todo tipo de críticas que pudieran verterse en contra de Muhammad. Incapacidad niega la posibilidad del profeta de comunicar a la Humanidad aquello que le ha sido ofrecido para ver. Por otro lado, podríamos llegar a otras conclusiones, claro está.

Por ejemplo, ¿podemos recordar los sueños? Las personas solo tiene capacidad de recordar los sueños lúcidos, porque en ese momento nos encontramos en la fase REM. Si nos adentramos más en este tema tan fascinante podríamos relacionar las visiones del Profeta como sueños de un onironauta que experimenta especialmente parálisis del sueño, una de las etapas de la fase REM que van acompañadas de alucinaciones, uno incluso puede volar, ver cosas increíbles, etc. Todo, mezclado con ápices de la memoria. Quizás el Árbol del Centro también pertenezca a esta fase imaginativa desbordante.

Sin embargo, ante demostraciones científicas, siempre queda algo que no casa y no puede ser encerrado en una probeta…. ¿Qué podemos demostrar de los Nombres Propios de todas las cosas que el Profeta ve en sus visiones? En sus visiones, Muhammad es provisto de los nombres de todas las cosas que ve. El Árbol del Centro o árbol de Tùbâ. Cada cosa tiene su nombre y no parece que éste haya sido dado por casualidad, sino con la más minuciosa intención de describir. Algo típico del idioma árabe, el idioma de Allah.

Destacaré un fragmento del artículo de James Coffman Does the Arabic language encourage Radical Islam?: the views of such linguists as Jerome Bruner, Joseph Glick, R. Jakobson, Edward Sapir, and Benjamin Whorf, who argue that language inevitably imposes cognitive categories that force an individual into a particular symbolic order in thinking, communicating, and the ordering of his experience. [Traducción propia: las opiniones de los lingüistas tales como Jerome Bruner, Joseph Glick, R. Jakobson, Edward Sapir y Benjamin Whorf, argumentan que el lenguaje inevitablemente impone categorías cognitivas que fuerzan al individuo en un orden simbólico en el pensamiento, la comunicación, y el orden de su experiencia].

Las esposas celestes pertenecen a la categoría de Placeres del Paraíso, un Paraíso sin enfermedades ni muerte, riquezas y deleite… ¿material y espiritual?. Esto es lo que más me equivocaciones crea sobre el Paraíso. La idea de un Paraíso material, un locus amoenus, un Decamerón de promesas de vida eterna para los justos. Las vírgenes prometidas son un símbolo de pureza al mismo tiempo que de nostalgia por el Edén, tal y como apuntó Mircea Eliade en su The Sacred and the Profane. Muchos han sido los que han descartado el significado más sexual y corporal de estas huríes, tal y como lo entenderíamos leyéndolo sin detenimiento y profundización.

Sin embargo, si tan bueno es el Paraíso, ¿por qué seguimos teniendo miedo a la muerte? Para el Islam (y las otras religiones) la muerte no es el final, sino el principio de la vida eterna. La

vida, tal y como la concebimos, es el tiempo que Dios otorga a los hombres hasta el momento del Juicio Final donde se sopesarán las buenas y las malas acciones.

Hasta aquí se centra la línea del tiempo: vida-muerte, de los seres. Aunque, tal y como apunta el Señor Aya, la idea no es lineal sino cíclica, incluyendo la idea de Resurrección para todos: estar muerto- vivir- morir- vivir. Para Muhammad era necesario, pues, morir “morid antes de morir” [Mutu qabla an tamutu], afirmó. Aludiendo, de nuevo, a la lengua árabe, es curioso apuntar que el verbo morir no es tal activo, sino pasivo: tuwuffiya, ser muerto.

Muhammad y su experiencia chamánica duró hasta su muerte. Si calibramos el sufrimiento y las angostas circunstancias que tuvo que hacer frente, podremos deducir que la muerte –final - realmente le trajo paz.

El ekstasis de Muhammad es para muchos fruto de una enfermedad: epilepsia. Para otros, es fruto del chamanismo que le fue inculcado (e iniciado), aunque no creo que se llegue a aceptar generalmente por la comunidad musulmana esta característica del Profeta. Simplemente, como apunta también Aya, porque recuerda y evoca la magia, los magos y la fantasía que alude a fuerzas oscuras.

Aunque sí hay un universo mágico en la vida de Muhammad. Al igual que lo hay en la vida de los actuales musulmanes. Se cree en el mal de ojo, en la protección contra los malos espíritus, talismanes, buenos augurios, en los ‘santones’, en la baraka…

Es producto de la tradición, más que de la religión misma, y Muhammad creció en estas tradiciones.

Con respecto a la discutidísima epilepsia de Muhammad, quisiera apuntar la diferente visión de dos mundo. En Occidente, la epilepsia era símbolo del Mal; en el Antiguo Egipto todo lo contrario: muchos eran los faraones epilépticos. ¿Fue esto motivo de los matrimonios entre miembros de la misma familia? De momento, no ha sido demostrado que la epilepsia tenga causa genética, aunque lógica habría.

Ahora, la pregunta final sería: ¿Fue Muhammad un chamán de nacimiento? O, en cambio, ¿tuvo que ser iniciado? 

Y, por extensión, ¿son los chamanes enviados de Dios?

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