Hoy da comienzo el Ramadán. Durante un mes, musulmanes de todo el mundo se darán al ayuno, a la purificación y a una de las fiestas más importantes y espectaculares. Si bien, en España, muchos de los musulmanes inmigrados tendrán que hacerlo lejos de sus familias.
Nunca te acostumbras.
Andando por la calle llegas a sentir realmente el Ramadán. No importa si eres musulmán o no. Yo no lo soy, y lo siento.
Sientes cómo la gente, empezando por los vecinos, te miran sonrientes mientras llenan el ascensor de dátiles, almendras y pasas. El olor de la carne y las especias recién compradas se apodera del pasillo de tu casa.
Hamdy, el portero del edificio, está contento. Es como un niño con zapatos nuevos. Parece que ya no está enfurruñado por haberle dado un par de reprimendas ayer, no tener agua ni luz durante horas todos los santos días es algo muy pesado.
Shufi? Te dice que mires mientras se sube a una escalera y le da al interruptor que da vida a la lamparita de Ramadán, el fanus, que cuelga en el patio y las pequeñas lucecitas de colores que hacen que el papel de fiesta que pende del techo también parezca que luzca.
Todo luce.
Bajan mis vecinas del piso de arriba. Tres mujeres nubias que, por primera vez desde que las conozco llevan vestidos y velos de colores.
Ellas también lucen.
Ta’ali ma’na, ta’li. “Ven con nosotras, ven…”. Les digo que no, que es imposible, acabo de llegar de pasar horas comprando algo de comer, como de costumbre. Pero, saliendo de la monotonía, esta vez he tardado más de una hora porque la tienda estaba atiborrada de gente. Además, habían cambiado todo de lugar para cubrir todas estanterías de dátiles y frutos secos.
Mientras subo, pienso en la deliciosa subbia que está por llegar. La subbia es un brebaje hecho con polvos de coco con el que muchos rompen el ayuno. Ya casi me he olvidado de su sabor, solo recuerdo que me encantaba… Es que nunca te acostumbras.
Hoy en Egipto todo empieza. Empieza la paz y la serenidad de las calles durante las horas del día. Después, a eso de las 6.30 o 7 de la tarde, empezará el bullicio, la alegría, los colores y los olores… Y todo lucirá.
La pasada tarde fue especial ver las caras de aquellos que veían por primera vez la isha’a, la oración de las 9 de la noche en estas fechas. En Alejandría, la mezquita de Ibrahim acoge todos los años a un famoso sheij que viene de El Cairo expresamente para dirigir este salat (o rezo). Durante una hora el sheij recita el Corán, y tendrá que completarlo en los días de Ramadán, hasta completar el ciclo de la luna.
Para los que vivimos aquí ‘a nuestra manera’, todo se verá afectado. Si quieres comprar, tendrás que hacerlo antes de que llegue el atardecer. Luego de esto, todo cerrará y tendrás que esperar a las 8, por lo menos. Si bien contarás con muchas más horas de vida comercial. A las 3 de la mañana parece que son las diez de la noche.
Tomar una caña será complicado. Todos los bares están cerrados, también las tiendas Drinkies que venden alcohol. Los coptos, si deciden aceptar el riesgo ‘legal’, puede que te lo vendan de manera muy escondida. De todas formas, ningún egipcio puede fumar, comer o beber en la calle durante las horas del ayuno. Para los extranjeros es otro cantar, aunque se pide discreción.
Son casi las doce de la mañana, dentro de tres horas la mayoría de la gente podrá fin a su jornada laboral, que se ve modificada por el horario de Ramadán. Llegarán a sus casas, rezarán y se relajarán hasta la hora del Iftar, es decir, del des-ayuno; desayuno porque esta es su primera comida (y bebida) del día. La última: a las 5 de la madrugada, antes de que salga de nuevo el sol.
Para los musulmanes inmigrados a España pienso yo que tiene que ser difícil pasar el Ramadán lejos de su país. Es como pasar las navidades fuera, sin disfrutar del calor de tu hogar. Es más, como disfrutar de las navidades sin frío, sin turrón, sin villancicos… Sin luz.
A ellos me gustaría dedicarles lo que he escrito y, por supuesto, me gustaría desearles...
¡¡Feliz Ramadán!!