18 de enero de 2011

El despertar de Oriente Medio


“Los hombres están soñando y cuando mueren, despiertan” 

Esta frase, que nos parecería dicha por un existencialista, queda patente para los musulmanes como una frase dicha por su profeta Mohammed durante la Noche del Destino en la que recibió la revelación a través del ángel Gabriel (Yibril).

Quedémonos con ese Morir y despertar.

“¡Morir..., dormir! ¡Dormir!...¡Tal vez soñar!”

Esta, en cambio, está extraída de Hamlet, la gran obra de Shakespeare que nos invita a participar en el pensamiento más determinista, ¿qué hay  después de la muerte?

Yo invito a pensar y reflexionar sobre lo que Mohamed Bouazizi pensó que podría ocurrir tras prenderse fuego el pasado 17 de diciembre en Túnez para protestar porque la policía le confiscó su carrito de frutas y legumbres. ¿Pensó realmente en que iba a dar lugar al despertar de un país entero?

¿Qué hay después de la muerte de un país

Con esta cuestión me refiero al abandono de una carrera dictatorial de más de veinte años de existencia. ¿Qué puede suceder ahora en Túnez? Y ¿Cómo puede esto afectar al resto de países sepultados hace años por dictaduras? Las  virulentas consecuencias de la revolución tunecina ya se han dejado ver por otros países: un mauritano, tres egipcios, otros cuatro argelinos... han prendido fuego a sus cuerpos tomando como ejemplo el del joven Mohamed Bouazizi.

Morir o dormir. Esa es la cuestión que se han hecho, quizás, muchos egipcios, mauritanos, argelinos, yemeníes, etc. Porque pertenecer a un pueblo esclavizado por sus políticos, que solo puede vivir el día a día en una rutina inhabilitada de libertad y participación es, sin duda, un sufrimiento que muchos desconocemos. Morir por cambiar el rumbo de tu país y de los tuyos en una opción drástica, pero ya saben que en Túnez ha valido la pena. Dormir sería continuar como estaban. Un status quo con el que ni ganan ni pierden, simplemente siguen en un estado de somnolencia que les ayuda a vivir el día a día sin hacerse preguntas sobre sus derechos, sin poder hacer un balance de lo que podrían tener si todo fuera de otro modo. En términos coránicos se podría decir que el joven tunecino tuvo una revelación… 

Es cierto que otros deciden abandonarlo todo. Vemos que a nuestras costas llegan cada día decenas de inmigrantes. Los que tienen dinero pueden tomar un avión y marchar a Londres o Estados Unidos. Casi ninguno de estos perfiles vuelve a casa inmediatamente.
La revolución del jazmín, como la llama Rafael Díaz Arias en Periodistas en Español, ha provocado un pequeño caos en Oriente Medio. Al menos, ha tambaleado el intocable e inalcanzable Poder. Pero cuando se trata de sembrar el miedo y la incertidumbre entre los gobiernos de esta zona del planeta se trata paralelamente de un recorte de derechos civiles, de un control aterrorizante y de abuso del poder.

En el periódico egipcio Al Marsy Al Youm leemos sobre las medidas drásticas que se están tomando en países como Kuwait, Arabia Saudita, Siria o Jordania (donde varias de las protestas están siendo lideradas por los islamistas) . Los intentos por mantener a la población sin ánimo de revueltas llevan a los políticos a pronunciar declaraciones absurdas y promesas de estabilidad económica. En Sudán, por ejemplo, las autoridades decidieron arrestar a Al Turabi, portavoz del Partido Popular del Congreso, por –según cuenta Al Jazeera- incitar a la revuelta popular. 

Ante esta pequeña anarquía nadie sabe decir con seguridad qué ocurrirá. Yo, personalmente, comparto el pesimista (pero realista) punto de vista de Robert Fisk: Bloodshed, tears, but no democracy. Bloody turmoil won’t necessarily presage the dawn of democracy  [Derramamiento de sangre, lágrimas, pero no democracia. La agitación sangrienta no necesariamente será presagio de la aurora de la democracia].

Como tampoco creo que lo mismo vaya a ocurrir en Egipto, ni siquiera después de todo lo que está ocurriendo: el atentado de Año Nuevo contra coptos, el asesinato en un tren de un cristiano (y un musulmán), el ataque a cristianos de un monasterio… Cierto es que existen similitudes con Túnez. Lo explica Galal Amin, profesor de economía en la Universidad Americana de El Cairo, para Le Monde:

 "Se trata de dos dictaduras, en que el poder es monopolizado por una camarilla que se aisló del resto de la población. Las libertades están restringidas, los opositores detenidos y a menudo torturados. La corrupción rampante es otro punto en común, y la evolución económica. En ambos casos, el ajuste estructural llevado a la liberalización del comercio, el fomento de la inversión extranjera y la privatización, ha provocado desempleo y la ampliación de la brecha entre la minoría rica de la mayoría pobre".
Pero incluso él dice no a una posible revuelta en Egipto de la misma magnitud que la tunecina. 

A muchos nos puede dar la sensación de que este pequeño levantamiento popular de oriente será aprovechado por los islamistas. De momento, en Túnez, el líder de este movimiento Rachid Ghanuchi no podrá volver si no se establece una ley de amnistía. Y puede que sea así como  logren mantenerle fuera del país. 

En Egipto los Hermanos Musulmanes han estado siempre muy cerca del pueblo, y cuando hablo de pueblo me refiero a las familias desfavorecidas, pueblo –digo- porque son la grandísima mayoría de Egipto. Esta hermandad es uno de los grupos islamistas más fuertes, también en Jordania, donde están llevando a cabo manifestaciones junto a sindicatos y grupos de izquierdas.

Pero con esto, hay que ir con mucho cuidado. 

No podemos olvidarnos de las “otras” crisis que están siendo portada en los medios: la de el Líbano y Palestina. En Gaza, las tropas israelíes han penetrado por el sur de la ciudad donde han demolido varias estructuras. Una vez más se escuchan trompetas de guerra. En el Líbano, el líder del Partido de Dios (Hezbolá) ha dicho no al gobierno de Saad Hariri provocando la caída del gobierno.

Este es oriente medio hoy en día.

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