Itxa. 17 de mayo de 2008
- Quiero un trocito de tierra
- ¿Por qué? Estás rodeado de ella, coge la que quieras, es tuya.
- No, dámela tú…
- ¿Por qué?
- Quiero que seas tú quien me dé esta tierra. Quiero que sea tu regalo. Que cuando alguien me pregunte yo pueda responder: me la dieron.
- Pero, ¿qué más da? Cógela.
- Métela en esta bolsita…
- Hazlo tú.
- No, anda. ¡Por favor! La quiero ¡ya!
- Qué tierra tan bonita, ¿dónde la has cogido?
- Es mía. Me la han dado.
- ¿Tuya? Pero si la tierra no es de nadie… y ¡tampoco se puede dar!
- Pero, está metida en esta bolsa. Y la bolsa es mía también.
- Déjame ver… pero si esta tierra es… ¡Pero si yo conozco esta tierra! Paso todos los días por ella. Por la mañana, con mis pies descalzos ando por ella mientras reflexiono sobre lo que voy a hacer; por la tarde, después de comer, me tumbo en ella para conciliar un sueño relajante. Por la noche, me siento en ella para mirar las estrellas…
- Sí, sí. Pero ésta tierra es mía, solo mía. Y si tú haces eso, que sepas que es mía. Me la dieron y, por lo tanto, es mía.
- No puedes impedir que yo camine en ella.
- Sí, si que puedo. Cogeré toda la tierra y la meteré en una bolsa más grande.
- Pero nadie puede darte toda esa tierra.
- La compraré.
- No puedes comprarla.
- Pues la cogeré sin más.
- Y, ¿qué harás con la gente que esté caminando por ella?, ¿qué harás con los niños que estén jugando con ella?, ¿qué harás con las felices futuras madres que estén descansando sobre esta tierra?
- Uhm… tendré que pensar en ello.
- Papá, papá… ¿sabes? Esta tierra que me diste…
- ¿Sí?
- ¿Puedo hacer lo que quiera con ella?
- Claro… es tuya.
- Bien. Y, como tú me la diste, tú puedes utilizarla ¿vale?
- Ja, ja, ja… vale. Y, ¿qué piensas hacer con ella? Llevas tiempo sólo contemplándola. Es una tierra muy bonita, deberías hacer algo bonito con ella.
- ¡Lo haré! Pero si dejo que todo el mundo la toque… se pondrá fea, perderá su color e iré perdiendo grano a grano un poco de tierra.
- ¿Qué haces?
- Estoy haciendo un cerco para que nadie toque mi tierra.
- ¿Y yo? ¿Me dejarás tocarla?
- Uhm…. Sí, tú sí. Pero, ¿ves ése de allí? El otro día quería quitármela. Me intentó convencer de que era suya… y yo le dije que no, que me la dieron… ¿Por qué tengo que dejarle mi tierra si es mía?
- Claro.
- Además, fue muy egoísta conmigo. ¡Me la quería quitar! ¡Casi me pega! Mi papá me dijo que no deje que nadie me la quite. Es un regalo, los regalos no se dan ni se quitan.
- Vaya.
- Sí, creo que la está usando sin mi permiso cuando yo no me doy cuenta… la conoce demasiado bien, sabe cómo cambia de color y de olor con las horas del día, sabe cómo se usa mejor y cómo cuidarla… no sé, tendré que vigilarle.
- Yo te ayudaré…. Ahora, ¿puedo jugar un poco con la tierra?
- Sí, venga. ¡Juguemos los dos!
"Solamente una patria es liberada si el pueblo se libera" (Abu-Salma)
- ¿Por qué? Estás rodeado de ella, coge la que quieras, es tuya.
- No, dámela tú…
- ¿Por qué?
- Quiero que seas tú quien me dé esta tierra. Quiero que sea tu regalo. Que cuando alguien me pregunte yo pueda responder: me la dieron.
- Pero, ¿qué más da? Cógela.
- Métela en esta bolsita…
- Hazlo tú.
- No, anda. ¡Por favor! La quiero ¡ya!
- Qué tierra tan bonita, ¿dónde la has cogido?
- Es mía. Me la han dado.
- ¿Tuya? Pero si la tierra no es de nadie… y ¡tampoco se puede dar!
- Pero, está metida en esta bolsa. Y la bolsa es mía también.
- Déjame ver… pero si esta tierra es… ¡Pero si yo conozco esta tierra! Paso todos los días por ella. Por la mañana, con mis pies descalzos ando por ella mientras reflexiono sobre lo que voy a hacer; por la tarde, después de comer, me tumbo en ella para conciliar un sueño relajante. Por la noche, me siento en ella para mirar las estrellas…
- Sí, sí. Pero ésta tierra es mía, solo mía. Y si tú haces eso, que sepas que es mía. Me la dieron y, por lo tanto, es mía.
- No puedes impedir que yo camine en ella.
- Sí, si que puedo. Cogeré toda la tierra y la meteré en una bolsa más grande.
- Pero nadie puede darte toda esa tierra.
- La compraré.
- No puedes comprarla.
- Pues la cogeré sin más.
- Y, ¿qué harás con la gente que esté caminando por ella?, ¿qué harás con los niños que estén jugando con ella?, ¿qué harás con las felices futuras madres que estén descansando sobre esta tierra?
- Uhm… tendré que pensar en ello.
- Papá, papá… ¿sabes? Esta tierra que me diste…
- ¿Sí?
- ¿Puedo hacer lo que quiera con ella?
- Claro… es tuya.
- Bien. Y, como tú me la diste, tú puedes utilizarla ¿vale?
- Ja, ja, ja… vale. Y, ¿qué piensas hacer con ella? Llevas tiempo sólo contemplándola. Es una tierra muy bonita, deberías hacer algo bonito con ella.
- ¡Lo haré! Pero si dejo que todo el mundo la toque… se pondrá fea, perderá su color e iré perdiendo grano a grano un poco de tierra.
- ¿Qué haces?
- Estoy haciendo un cerco para que nadie toque mi tierra.
- ¿Y yo? ¿Me dejarás tocarla?
- Uhm…. Sí, tú sí. Pero, ¿ves ése de allí? El otro día quería quitármela. Me intentó convencer de que era suya… y yo le dije que no, que me la dieron… ¿Por qué tengo que dejarle mi tierra si es mía?
- Claro.
- Además, fue muy egoísta conmigo. ¡Me la quería quitar! ¡Casi me pega! Mi papá me dijo que no deje que nadie me la quite. Es un regalo, los regalos no se dan ni se quitan.
- Vaya.
- Sí, creo que la está usando sin mi permiso cuando yo no me doy cuenta… la conoce demasiado bien, sabe cómo cambia de color y de olor con las horas del día, sabe cómo se usa mejor y cómo cuidarla… no sé, tendré que vigilarle.
- Yo te ayudaré…. Ahora, ¿puedo jugar un poco con la tierra?
- Sí, venga. ¡Juguemos los dos!
1 comentario:
¡Magnífico! No sé cómo clasificarlo, pero llega con una precisión inmediata y cierta. Un abrazo.
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