Muy pocas veces he contado aquí historias sobre las personas que me rodean pero, créanme, son muy interesantes y con ellas uno se puede empapar del estado de la situación. Es como ir a la selva y pasar una noche a la intemperie. Para algunos ésto puede parecer atractivo, por lo desconocido y aventurero de su faceta; otros, en cambio, dirán que prefieren quedarse en casa, a salvo de un terreno poco explorado.
Exactamente lo mismo ocurre cuando un(a) occidental llega a Oriente Medio. Por su supuesto, la persona occidental no solo se trae en su maleta sus vestimentas de príncipe/princesa de la moda o sus i-pod, su portátil y sus libros sobre Allah y la cultura árabe. ¿Creen que eso es suficiente para superar barreras culturales?
Vamos a ver...
I. ¿Por qué venir a Oriente Medio?
Algunas personas, cuando les preguntas porqué han decidio venir a este lugar del mundo, apuntan su mirada al infinito mientras te contestan cosas como: el nihilismo europeo no me ofrecía nada; la verdad, creo que es mucho mejor descubrir in situ la cultura árabe; sentí la llamada de hacer algo verdaderamente útil en la vida...
Cuando decides despertarles de este letargo abstractivo con un ¿De veras?, ellos vuelven a mirarte y te dicen: bueno, además, es que pasé por aquí de vacaciones y me gustó; quería ir a X ciudad, pero no me dieron la beca; es más barato que vivir en Europa; me dirigía a Beirut pero comenzaron los líos y decidí cambiar de opinión... Es decir, la mirada directa quita cualquier sentimiento nostálgico y de ensueño, mientras que la mirada perdida nos abre el alma cuando queremos explicar que ha sido una elección, pero no sabemos muy bien cómo decir que no ha sido una elección propia, sino del destino.
II. ¿De verdad, te gusta?
Imaginaos que vais a comprar una alfombra para el baño. Hay miles de ellas expuestas en el escaparate pero empezáis a sentir un mareo y un dolor de cabeza terrible al pensar qué color irá bien y qué color irá menos bien. Ante tanta oferta no puedes sino optar por comprar lo menos-malo, lo que parece a simple vista 'casi' lo que estabas buscando. Compras la alfombra, llegas a casa, la colocas en el suelo del cuarto de baño y te quedas un rato admirando la obra. Con el tiempo puede que me llegue a gustar... piensas.
Algunas personas occidentales que viven en Oriente Medio piensan así. Al cabo de un tiempo se acostumbran e incluso les gusta el alboroto, la caótica marea de transeúntes y vehículos, el olor a comida, a polvo y a basura fermentada, a gatos que se acercan a tu lado cuando estás tranquilamente bebiendo un café... ¡No lo cambiaría por nada del mundo! ¿Cómo no he podido aburrirme en Europa hasta ahora?
III. Nos acercamos al primer encuentro entre culturas diferentes
En uno de esos eventos que se hacen en los centros culturales franceses, daneses, españoles, italianos o lo que sea, interaccionas por primera vez con un local. Bueno, para decirlo más correctamente, un local interacciona contigo.
"¿De dónde eres? ¡España! El mejor país...
"¿De dónde eres? ¡Francesa! Las mejores personas...
"¿Qué haces aquí? ¡Estudiar árabe! Haces muy bien, todos deberían aprender árabe y hablar, sobre todo, hablarlo con la gente.
Al cabo del tiempo, cuando ya has pasado algo más de tiempo con ellos, te dicen:
"No deberías haber venido a un país como éste....
Ten cuidado con los chicos árabes, ¿eh? Pero, no te preocupes, yo no soy como ellos...
No deberías andar sola por la calle...
No hables con la gente, ni con el taxista...
Si les haces caso, te vuelves loco.
IV. Alguien especial
Alguien me dijo alguna vez: "Está bien que tengas novios árabes, aprendes mucho, eso es la verdadera manera de vivir en Oriente Medio. Pero, si quiere que conozcas a sus padres, ¡sal corriendo!"
No conozco a ningún europeo/a que no haya tenido a alguien especial entre los árabes. Me refiero a los que han pasado aquí más de un año. Es imposible controlar los sentimientos y, al principio, nunca nunca piensas en las dificultades culturales (y religiosas) que ésto puede suponer. Al contrario, piensas "¡Qué bien! Ya soy un(a) verdadero/a trotamundos"
Si, ¡qué emoción!
...
Lo más emocionante es oír las excusas que todos y todas decimos cuando anunciamos que ya se ha acabado... No, es que, no nos entendíamos. Es una cuestión cultural. A partir de ahora voy a hacer lo mismo cuando llegue a España con los españoles: "No, es una cuestión cultural. Ya sabes, mujeres y hombres.... Venus y Marte..." Por eso aprendemos idiomas, para comunicarnos, y luego no somos capaces de entendernos entre las mismas sociedades.
La emoción que sienten los occidentales por tener una pareja oriental es la misma que sienten los orientales por tener un lío (al menos) con un occidental. Es algo mutuo. Pero, habría que dispersar este sentimiento de exotismo y centrarnos más en el día a día, en los choques culturales.
- Me voy a casa.
- Te acompaño y luego me vuelvo otra vez a la cafetería.
- No, hombre, que no hace falta. ¡Menudo lío! ¿Y, luego te vuelves otra vez?
- Uhm... venga, que yo también me iré a casa luego.
Conversación entre una pareja: ella, occidental; él árabe. Él la acompaña, pero luego no se vuelve a casa, sino al café otra vez.
- Mañana tengo una fiesta.
- Uf! y ¿luego te volverás sola a casa?
- Es verdad, qué rollo.
- Venga, voy contigo y luego te acompaño a casa.
Aquí, él la acompaña muy educadamente a la fiesta para también, muy sutilmente, vigilar a esos 'lobos' que la acechan.
- Eres demasiado independiente, deberías tener más cuidado. No puedes cuidar de ti misma en este tipo de países.
- ¿Y eso? ¡Pues solita que he venido y he estado hasta ahora!
- Sí, has tenido suerte de encontrarme. Yo cuidaré de ti ahora.
¿Creéis que esta occidental durará mucho con él? Normalmente, la respuesta no debe ser tajante, sino sutil como la de ellos... Ah! sí, menos mal que te tengo a mi lado, habibi. Luego, ya piensas en qué hacer... si le quieres, será otro cantar.
V. ¿Más fácil para los chicos occidentales?
Si muchos ya estáis pensando, pobrecitas las chicas occidentales en Oriente Medio, quitároslo de la cabeza. Los que más sufren son, quizás, los hombres occidentales.
"Estábamos tranquilamente los dos sentados en un banco del parque cuando un tipo, así sin más, sin ir vestido con galabiya ni nada, se nos acercó y me dijo que quería hablar conmigo. No, amigo, eso es haram. Y se marchó. Ya no pude acercarme a ella a menos de veinte centímetros".
Esto es lo que menos te puede ocurrir si decides aventurarte con una chica árabe. Vamos a ver, todo depende, claro está. Pero en líneas generales, cada hombre árabe que pasa por la calle trata a las árabes musulmanas como hijas propias y siempre están dispuestos a cuidar de lo que está ocurriendo con ese chico occidental que la corteja.
Si realmente la quieres, un chico occidental en tierras árabes ha de saber que aquí el flirteo es un periodo corto y que el compromiso es una etapa muy importante y muy complicada. Pero no tratemos a las chicas árabes como si no supieran nada de nada, porque son incluso más listas que nosotras las occidentales. Todo depende del cristal con el que se mire, pero también del grado de miopía que tengamos nosotros mismos.
VI. Son adorables
Esto es cierto. ¿Quién va a decir lo contrario? (bueno, igual hay personas que sí lo dirían).
Cuando te gusta una cultura te acostumbras a todo: lo bueno y lo malo. No tengo la respuesta a cómo se podrían afrontar ciertos aspectos que resultan controvertidos en una pareja con diferentes trasfondos culturales. No tengo ni idea.
Es cierto que muchas personas tienen que cambiar sus ideas y su manera de pensar, ser más flexibles; la conversión del amor (y de la cultura) es difícil. Hemos estado años pensando, actuando, queriendo de una manera y, de repente, nos dicen que la cambiemos. Sólo queda la duda de si se puede, al contrario, cambiar a la persona que tenemos delante. Cambiarla a ella será tan complicado como cambiarnos a nosotros.