29 de septiembre de 2009

En Jordania. Parte III

Debería seguir contándoos el viaje a Jordania de este verano.

Como os contaba, en Petra nos invitaron a quedarnos un grupo de jóvenes beduinos que, aunque nunca habían visto la peli de Piratas del Caribe, eran igual que Johny Deep. Iban de jamaicanos, mejor dicho. Eso es lo que ellos pretendían. No hace falta decir porqué.

La historia la retomo en el viaje a Wadi Rum. Un desierto que debe ser visitado. Allí pernoctamos una noche en un campamento. No tiene mucho de excitante, es lo mismo que puedes hacer en cualquier desierto: comer pollo hecho bajo tierra, ver las estrellas, tomar té... en fin. Lo de siempre. Aunque esa noche pretendíamos dormir a la intemperie, decidimos volvernos al oir muy cerca cómo los perros salvajes se acercaban para terminarse los restos de la cena. Just in case....

Al día siguiente alquilamos un taxi para que nos llevara a Amman y fuera parando por el camino. Tuvimos que pelear más de una vez con él porque el tipo al final nos quería vender la moto de que no podía coger el camino a no sé qué castillo porque la carretera estaba cerrada. Yo quería ir. No di mi brazo a torcer y, tras dar un vistazo al mapa, insistí en que cogiera el camino más largo, que no tenía más que 20 ó 30 kilometros más. La verdad, tampoco fue para tanto. Los castillos de antaño estaban mayormente destrozados. Solo hay un par de países que han logrado conservarlos bien: Irlanda y Alemania. Allí parecía que estaba dando una vuelta en coche por mi comarca.

Ya eran las cuatro cuando alcanzamos el Mar Muerto. 


Cuando había pensado que ya me había bañado en aguas super saladas, va y a aparece ante mi el Mar Muerto. Con sus orillas blanquecinas, este mar hace al mismo tiempo de frontera natural entre Jordania e Israel. Uno se puede bañar donde quiera, pero luego hace falta una buena ducha. Por eso, nosotros decidimos ir a un resort de esos que tienen hasta piscina.


"Prohibido nadar", dice un cartel en la playa. Si intentas sumergirte, notarás cómo tus tripas parece que suben... solo flotas, pero de una manera increíble. Antes de que, ya cansado y muerto de calor, te salgas a duchar, debes probar a embadurnarte con el lodo. Buf! qué dolor!

Tras dos horas de baño y una ducha de treinta minutos, nos dirigimos a la capital de Jordania, Amman. 





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