10 de enero de 2011

Alejandría, una tragedia anunciada (versión extendida)

Ya lo dice Enrique Meneses en su blog: "Hosni Moubarak, el presidente egipcio tiene un problema grave. No estamos hablando de Somalia sino del país propietario del Canal de Suez, una via de navegación primordial para el comercio internacional y el tráfico de viajeros desde el Mediterráneo al Mar Rojo  y la otra faz del planeta, Asia y Oceanía".

No estamos hablando de Somalia, ni de Sudán... hablamos de Egipto. Un país que mantiene lazos con occidente y que porta la medalla de oro del turismo exótico en medio oriente. Un país que es capaz de desplegar toda su potencia militar para defender bien lo que más ama (el Canal de Suez), pero que no sabe ni sabrá defender bien lo que debería querer más: sus ciudadanos.

Existen momentos que, aun intentando mantenerte fuera de la noticia te sientes tan dentro que te quemas. Te quemas porque la haces tuya, como si fueras uno más de los sujetos afectados. Te quemas porque, en mi caso, el atentado en Alejandría es algo muy cercano: es un lugar de residencia – como fue también el Madrid atentado por Al Qaeda- ; es ver cómo tus vecinos y amigos sufren; es darte cuenta de que un atentado de este calibre es un atentado para todos: cristianos y no cristianos.

De Alejandría siempre me ha sorprendido el ímpetu de sus gentes por seguir adelante, independientemente de las chapuzas del gobierno de las que siempre se quejan. Ahora lo harán con mayor razón. Con 22 muertos y alrededor de 91 heridos yo pensé que seguramente algún conocido o familiar de un conocido estaría dentro de este balance. Así fue. Tristemente sucedió una tragedia anunciada. 

Leo con rabia las palabras del presidente egipcio que intenta apartarse del conjunto de culpabilidades. Esto sucede, según él, por manos extranjeras y además tiene el coraje de decir que Al Qaeda no está tan presente en Egipto. Los enfrentamientos, aislados, entre coptos y musulmanes vienen sucediéndose desde épocas inmemorables. Normalmente, se trata de tensiones entre familias, nada que ver entre la media luna y la cruz, porque musulmanes y cristianos (sean coptos, católicos, protestantes u ortodoxos) no viven aislados los unos de los otros. Los suníes, de hecho, tratan mejor a los coptos que a los chiitas. Los que están verdaderamente abandonados y maltratados son los bahaístas y los ateos. 

El señor Mubarak no debería apelar una y otra vez a la libertad de culto que contempla la constitución egipcia puesto que no existe una igualdad que lo refleje. Los coptos encuentran siempre dificultades administrativas a la hora de levantar una iglesia o de reconstruirla. Si levantar un minarete es tarea fácil, no es así cuando se trata de un campanario. 

Mientras esto ocurre, los centros salafistas extremistas siguen paseando a su anchas por la ciudad de Alejandría. Si se conocen sus mezquitas y madrasas, ¿por qué no se hace nada por impedir sus actividades de proliferación? 

Dar el valor apropiado a esta noticia es tarea complicada, existen muchos interrogantes y es difícil argumentar que Al Qaeda esté realmente implicada. Ahora que los actos terroristas una vez hechos se reivindican, ¿tendremos que esperar a ver quien está detrás de todo esto? ¿A qué ha esperado el gobierno egipcio para reforzar la seguridad de ciudadanos suyos que estaban siendo apuntados por un grupo terrorista hace tiempo? Si hace años que todas las iglesias están custodiadas por guardias, ¿qué cuesta un despliegue mayor en un momento de crisis y amenaza?

Recuerdo que en 2008 se estrenaba en oriente medio una película egipcia llamada Hassan and Morqos (Hassan y Marcos). Yo fui a verla con unos amigos egipcios y el final fue conmovedor. No me refiero a las escenas, ni siquiera a cómo termina la trama, sino a la conmoción que se despertó en la sala. Al finalizar la película todo el mundo se levantó y aplaudió.

En esta película  el actor archiconocido Omar Sharif (el encantador protagonista de Lawrence de Arabia o de Doctor Zhivago) hace el papel de un sheij, mientras que Adel Imam (famoso en Oriente Medio como comediante) es un cura de la Iglesia Copta. Todo comienza con tranquilidad: Egipto, tierra donde coptos y musulmanes conviven. Hasta el momento en que las cosas parecen desbaratarse, comienzan los ataques y las controversias entre unos y otros y, Hassan por un lado y Marcos por otro, tienen que cambiar su identidad y hacerse pasar por, justo al revés, cura y sheij, para proteger sus vidas de los más radicales.




De esta peli ya escribí en su tiempo. La titulé "Un camino, un destino, pero dos religiones diferentes". El mensaje final, al que tuvo que acatarse el director por presión estatal, es que todos son parte de una misma nación. Curiosamente este es el mensaje que se ha venido vitoreando en varias manifestaciones. Es un mensaje patriotista para desinflar de odio a una nación.Un mensaje lanzado desde aquellos que no saben lo que es proteger lo suyo; que solo saben desvincularse de los desastres que ellos mismos dejan que sucedan.

Puede tratarse de una red sin hilos, un terrorismo globalizado por la causa del integrismo islámico más terrible. Lo que está claro es que han muerto personas inocentes y que esto está afectando más de lo que la opinión pública en Occidente pueda llegar a pensar.

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