12 de septiembre de 2008

Viaje al Líbano

Es la primera vez que me encuentro de viaje en un país castigado por una guerra recientemente, además de sufrir todavía algunos focos de conflicto aislados. Lo primero que se te pasa por la cabeza es ir a descubrir los estigmas que ha dejado visibles, hablar con la gente y ver cómo viven, leer el periódico y ver cómo y sobre lo que se escribe. La verdad es que Beirut, su capital, se ha ganado a fuerza esa fama de ser el París de Oriente Medio, lo único que le fallaría son los continuos cortes de luz que llegan a pillar a alguno en las más insospechadas situaciones a no ser que el hotel, el establecimiento o el bloque de pisos se suministre con un generador eléctrico. (Foto: ITXA. Corniche de Beirut) Este país sorprende muchísimo, por ejemplo, después de cierto tiempo viviendo y visitando países árabes, me encuentro en el Líbano rodeada de una multitud de jóvenes que presumen de escote y curvas, incluso en zonas más musulmanas. Es interesante también hablar con personas de diferentes religiones. Lo cierto es que los cristianos con los que hablé poco soportan a los chiítas o a los sunítas, éstos a su vez tampoco soportan a los chíitas y viceversa. Y los alauitas y los sunítas no es que se lleven muy bien que digamos. De repente, para sorpresa de todos, los salafistas hacen un pacto con los chiítas de Hezbollah… ¡Se armó el Belén! (Foto: ITXA, La Plaza de los Mártires en Beirut, de fondo las grúas que hoy en día invaden toda la ciudad) Entre toda esta retahíla de nombres de comunidades religiosas, no quiero dejar de nombrar a los drusos libaneses, inconfundibles si siguen sus tradicionales formas de recortarse el bigote de los uqqal o, las mujeres de colocarse el velo. En total, un país con más de 17 grupos religiosos reconocidos, entre los nombrados también están los musulmanes ismaelitas y Nusayri; los cristianos maronitas católicos, los griegos ortodoxos, etc… Su capital alberga algo más de millón y medio de habitantes pero crean una campana de contaminación que se entremezcla con la nieblina. Significa progreso y modernidad. Londres también la tiene. El color amarillo de las pancartas ondea en muchas calles, es el color chíita del partido Hezbollah (=Partido de Dios) que tiene a Hasan Nasrallah como Secretario General. Hay también alguna foto a tamaño super-poster del chiíta iraquí Muqtada. Por supuesto, carteles conmemorativos del actual primer ministro, el sunita Fuad Siniora, y Michel Sleiman, su presidente (maronita católico). Y, con todo, se sigue esperando con expectación lo que pasará en las elecciones de febrero del año que viene. Que se celebrarán... Insha'allah. Negación de la realidad, es lo que me cuenta un amigo mientras comemos en el Roadster del famoso barrio de Hamra. Mientras no haya tiroteos en la zona donde trabajas tú vas a trabajar, ¿qué vas a hacer sino? ¿quedarte en casa?. Después de haber visto el video que pasan en el Museo Nacional sobre cómo éste se hizo cargo de los monumentos y reliquias durante la guerra civil (¡envolviéndolos en cemento!), algo que además me recordó muchísimo a la historia del Museo del Prado, pregunto si tienen un museo de esa Guerra Civil del 75 que duró 15 años….Obtengo de nuevo negación de la realidad y… un poco de humor: ¿Para qué? Si tendríamos que re-hacerlo cada cierto tiempo, ¡la guerra civil todavía no ha terminado! Paseando por la capital encuentras de vez en cuando carteles gigantes con la foto del antiguo presidente Rafik Hariri y un contador de los días que han pasado desde su asesinato el 14 de febrero de 2005. Cerca del hotel Phoenician se encuentra todavía en pie el que fue Hotel Holiday Inn (en la foto, ITXA), bombardeado y castigado por la guerra, con paredes como coladores por la metralla como muchos edificios de Beirut. Los 4X4 de las Naciones Unidas van y vienen, no solo por Beirut, sino por todo el país, con su UN inscrita en negro en sus laterales y su bandera azul. También hay mucha fuerza del orden desplegada en todos los rincones, calles cerradas con alambradas y tubos de hierro… La cosa es que después de observarles durante un tiempo uno descubre que los policías también van con traje de camuflaje. Cuando viajas en minibús o en furgoneta comunal de un lado a otro del país casi siempre se suben entre dos o tres militares, parece que no tienen tantos vehículos como número de plantilla lo exige y comparten transporte público con los civiles. Pero no se respira ningún tipo de tensión, al contrario. En el centro de Beirut hay un check-point a la entrada de la Plaza de Étoile, (enseñas tu pasaporte o te preguntan de dónde eres y porqué estás en el país), dentro esperan los típicos porches con bares y terrazas, repletos de gente después del Iftar (Desayuno en árabe, puesto que estamos en Ramadán y hasta la puesta de sol no se hace la primera comida del día), y, para más añoranza la mía, con pantallas gigantes que transmiten las musalsat (los culebrones) egipcios típicos de estas fechas. ¡Ahora sí que entiendo algo el árabe! Puesto que el libanés me está costando un rato entenderlo… ¡madre mía! Pero usándolo en las áreas turísticas una puede pasar y pagar el módico precio de ciudadano árabe. (Foto: ITXA. En las terrazas dotadas de pantallas gigantes) Hay muchos bares que sirven buenos vinos libaneses y ensaladas acompañadas de exquisito aceite de oliva del país. Para mi sorpresa, puesto que no tenía ni idea, hay plantaciones de bananas y, otra sorpresa un poco más triste, la insignia nacional, el cedro, está en peligro de extinción. Pero desde el pueblo de Bcharré se sube al Parque Nacional de Los Cedros donde puedes pasear y respirar aire puro mientras observas estos hermosos y esbeltos árboles. Un poco más al norte se encuentra el pico más alto del Líbano, el Qornet as-Sawda con 3.090m. Aunque lo que quizá atraiga más la atención en este cónclave montañoso es el Museo del célebre poeta Khalil Gibran. Eso es lo bueno de Líbano. Tiene playa y montaña. Para los amantes de las espeleo está Jeita Grotto, impresionantes cuevas que merecen la pena ser visitadas. También muy cerca de Beirut está la Basílica de Nuestra Señora de Líbano a la que se accede por teleférico que, al mismo tiempo, te da la oportunidad de hacer bonitas fotos aéreas de la ciudad. Otras montañas que se encuentran cerca de la capital son las Chouf, mucho más verdes y cultivadas. De paso, el Palacio de Beit-Ad-Din o el pueblo de la luna, Deir Al-Qamar. A unos 2km de allí hay un extraño castillo construido en 1945 por un hombre que quiso desposarse intentando vencer la condición que se le impuso para conseguirlo: construir un castillo en el que cada piedra fuera diferente…. No lo consiguió. (Foto: ITXA. Foto de Beirut tomada desde el teleférico). En cuanto a visitas arqueológicas se refiere, Líbano ofrece muchas muy interesantes. Fenicios, romanos, cruzados, mamelucos, etc, además de una sorprendente relación entre Líbano y el Egipto faraónico, son algunas de las visitas que no se pueden dejar pasar. En Byblos (Jbail) se trata de un agradable paseo al borde del mar mientras uno puede parar a analizar de dónde proviene la palabra Biblia (bublos= papiro). En el Valle de Bekaa, también al norte, pero cerca de la frontera con Siria, encontramos el pueblo de Baalbek (Ciudad del Sol) que, como su nombre indica es el lugar donde los fenicios adoraban a su dios Baal y otros dioses mitológicos, como Bacco o Venus. En el sur del país se descubren otras tantas excavaciones arqueológicas. En el camino hacia Tyre (Sur) se puede hacer parada en el pequeño pueblo de Sidon (Saida)… Pongo todos estos nombres entre paréntesis porque una vez que quieres moverte en transporte público en estos países es mejor decir el nombre de la ciudad en (árabe) para que así te entiendan a la primera. En Saida se erige el Castillo del Mar y dentro del pueblo unos zocos cuidadosamente reconstruidos al estilo zoco de Damasco, con sus calles enlosadas cuidadosamente y sus puertas de madera barata pero que dan el pego. En Sur se encuentra una de las más extraordinarias ruinas romanas declaradas Patrimonio Universal por la UNESCO. Es precioso verlo en la puesta de sol. El viaje a Trípoli fue de los más tranquilos, nada complicado ni dentro ni fuera de la ciudad (sin hacer los autostops necesarios para salir de la montaña todo parece más fácil). Trablus, o Trípoli, me dio la impresión de ser más grande que Beirut, no sé… Bueno, con las noticias de luchas a fuego y retaguardia entre familias, parecía necesario dejarse caer antes por la oficina de turismo por si las moscas, pero estaba cerrada. (Foto: ITXA. Trípoli vista desde la ciudadela) Pues nada. Marchemos. Ciudad ajetreada, al estilo más conservador quizás. Sus zocos son como laberintos y a cada callejuela encuentras una preciosa mezquita, o una madrasa, un hammam (baños) o un khan. Si subes hacia la ciudadela se ve el raquítico río que hace sus veces de basurero, una pena. Pero una vez en la fortaleza (de tiempos de los Cruzados) se obtiene una vista magnífica de la ciudad que no parece estar albergando ningún tipo de disputa ni conflicto. Al día siguiente de estar allí salió en las noticias nuevas revueltas ‘sectarias’ sucedidas ese mismo día. Poco después, oímos del pacto hecho entre sunitas y alauitas de Trípoli para poner fin a estas tensiones. Lógico, si tenemos en cuenta que el país se rige por un poder ejecutivo de carácter multirreligioso. Según la Constitución, el Presidente de la República Libanesa ha de ser cristiano maronita, el Primer Ministro debe ser sunnita y el Presidente del Senado chiíta. Si a alguien se le pasa por la cabeza el concepto separación Religión-Estado es que no ha comprendido todavía el significado del culto religioso en los países árabes y su dependencia en el ámbito social e incluso individual. Sentía tentaciones de quedarme allí a pernoctar, pero la noche beirutense me tenía hechizada y, por supuesto, al día siguiente tocaba visita de la famosa Universidad Americana de Beirut (AUB), aunque no pudiera acompañarme mi amiga (y profesora en el Departamento de Arte) Ginane por estar peleándose con el balcón de su casa que se desplomaba. Apropósito, Ginane, el día de tu cumpleaños no me dijiste el secreto para mantener semejante piel a tu edad… ¿será que el Líbano reconstruye todo a su alrededor en cuerpo y alma?
(Foto: ITXA. La cuenta de un restaurante enTripoli, en vez de decirme Thank You me dicen Tank You!, qué miedo... :)). Reitero, Tripoli es una ciudad estupenda.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Itxa, excelente post. Ya tengo ganas de conocer todo aquello. Gracias por compartirlo.

itxa dijo...

Rosa rosae... pues nos montamos un viaje-aventura a la de tres!

Anónimo dijo...

El Líbano es uno de los países más atractivos del mundo. En mis años de Oriente Medio, la carretera que une el aeropuerto con Beirut era única con el olor a cedros que bordeaban el camino. Conducen como locos pero tienen el arte de negociar de los fenicios, sus antepasados.
Muy bueno tu trabajo y la precisión de tus comentarios.
¿Quien pudiese acompañaros en esa excursión que os estais montando?

itxa dijo...

pues Enrique, yo no sé si el aire del avión me entaponó las fosas nasales pero no olí los cedros... una pena! lo que sí olí fueron las parras al llegar a Zahlé....

Anónimo dijo...

Hola Itxa,

Pues casi nos cruzamos, pues yo también acabo de volver de el Líbano.

Como periodista Itxa se ha fijado más y estás informada, yo simplemente he hecho un viaje de placer, pero si queréis echarle un ojo a mi relato de Beirut y Byblos, con fotos, podéis hacerlo aquí:

http://nopierdasacarlos.wordpress.com/2008/09/13/el-libano/