Una vez me leí un libro titulado “El fin de la democracia”. Era para un trabajo de la asignatura de Opinión Pública, no recuerdo exactamente el nombre, no que no se me olvidará nunca es donde: en la Complu (la Complutense de Madrid). Explicaba muy bien el sistema federal, sus ventajas y desventajas; lo comparaba con el modelo estadounidense y también con el modelo de la Unión Europea. La cuestión es que el otro día estaba explicando a una estudiante de español egipcia el sistema político español.
“En España tenemos una monarquía parlamentaria. Esto es, tenemos rey, pero él no gobierna”. Cuando llegué al punto de las autonomías y sus estatutos ella me dejó caer: “entonces, tenéis al fin y al cabo un sistema federal…”. “No podemos ser un sistema federal –le expliqué sin querer meterla en camisas de cinco varas- porque somos una unidad territorial, o al menos eso pretenden”. “Uhm… las repúblicas, entonces, ¿funcionan mejor que las monarquías?”…
Le conté entonces el escándalo que suscitaron las palabras de la Reina Sofía sobre los homosexuales. Ella, claro está, reaccionó con una carcajada. Que siempre es mejor que la cara de asco, por lo menos, a mi parecer, en cuanto a choque cultural. Ella, musulmana hecha y derecha, amiga de los idiomas, viajadora y madre de familia (con dos chicos estupendamente educados), siguió preguntándome… “¿Por qué dijo eso?”. “Bueno, al fin y al cabo, ya sabes que hay mucha gente que piensa que el que se casen los gays está mal. Además, Sofía es de la escuela ortodoxa griega”. Aquí en Egipto, especialmente en Alejandría, cuando hablamos de los griegos sabemos a lo que nos referimos. Son “muy suyos”. Señores y dueños –con todo el amor y el respeto-. En esta ciudad hace ya tiempo que se hicieron con las propiedades de los bares y restaurantes –de los mejores que hay-. O, mejor dicho, de los griegos se hicieron muchas buenas cosas que fomentaron el desarrollo de la Alejandría cosmopolita.
“¿Sabías Nadia que la Reina de España estudió aquí?”. Sí, es cierto. Su escuela todavía está en pie, allí en la calle Horreya. Una escuela de bien para chicas de bien. Nadia no lo sabía, pero muchos aquí sí tienen en cuenta que los donativos provenientes de la Casa Real Española en Alejandría no se debe a algo casual.
“Y, en España, ¿no está prohibido el velo, no?”. “No, mujer, no creo ni que lo tengan en mente”… La discusión cambió de lengua, este tema era más auténtico si se trataba en árabe. “En Turquía y en Alemania llevan unos años con éste discurso. “Sí, en Francia de hecho está prohibido y en Alemania las profesoras de colegios públicos no pueden llevarlo”… ¡qué cosas! Entonces recordé a mi colega Ali, un francés de padre marroquí. Y no digo mitad marroquí mitad francés, porque lo único que tiene de marroquí es el nombre (y siquiera eso. Sería mejor decir, lo único musulmán que tiene es su nombre). Menciono a este otro colega porque, un día, hablando sobre el caso del secularismo francés él me dio su aprobación indudable en separar religión de la vida pública, en este caso, él estaba completamente de acuerdo con la prohibición del velo musulmán en las escuelas.
¿Dónde está el principio y el final de esa democracia?, me pregunté entonces.
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